lunes, 5 de julio de 2010

Cronicas de un Mundo Diferente - Capítulo I

El día que volví a nacer

La mayoría de las religiones dicen que hay un ser todo poderoso, el creador del universo, tanto omnipresente, como omnipotente. Otras creen que hay varios, todos diferentes, de sexos opuestos, etc. Casi todas usan siempre el mismo cuento, que si eres bueno te vas al cielo o, de lo contrario, iras al infierno. Pues yo les digo que, todas están mal, así es, ninguna esta en lo cierto, al menos, no en la parte del cielo e infierno, esas cosas no existen, a menos que seas un pesimista, en cuyo caso, será un infierno donde quiera que vayas.

Cuando mueres, básicamente, tu alma es succionada de tu cuerpo, para luego ser llevada por una intensa luz, hacia una enorme sala blanca, en la cual, no hay nada más que una monumental puerta de madera, con un acabado algo colonial si me lo preguntan, y a la derecha, un gigantesco papel pegado con muchos nombres en él. Por lo demás, solo habían montones y montones de almas allí, algunas se comunicaban entre si, cuchicheando y preguntándose el porque estaban reunidas en este lugar, a mi no se me daba ser muy social con nadie, siempre fui así, el inadaptado, el excluido, etc.

Dejando eso de lado, cada cierto periodo de tiempo, se abría la puerta para dejar salir a un enorme perro, por lo que noté, era un pastor alemán, con un collar de picos en su cuello, habrá de medir unos cuatro metros como mucho. Suena extraño, pero así es, aunque ahí no termina lo extraño, lo más curioso era el hecho que podía hablar, y cada vez que salía, repetía siempre lo mismo:

Sean bienvenidos al “Salón de las almas” – Decía mientras abría su gran hocico, era algo espeluznante ver como nos hacía retroceder con el viento que desplazaba al hablar. Siempre llamaba a un alma por la lista en la pared, la cual entraba en la puerta junto con el enorme canido y nunca más volvía a salir. Muchos comentaban que íbamos siendo devorados por ese animal, otros, simplemente querían regresar, intentaban rasgar las paredes o algo, pero sin resultado, puesto que no había forma alguna de salir de allí, la única salida que había, era esa puerta.

Después de mucho tiempo, llegó el momento en el cual fui llamado por el gran perro, a pasar a través de esa enorme puerta. No había mucho que decir, salvo por el hecho de que solo me quedaba avanzar hacia lo que me deparara esa puerta.

Cuando entre, estaba totalmente oscuro, no se veía ni una anima, era la nada, sin ruidos o sentidos, nada. Cuando de repente pensé que esta era el destino que me deparaba la muerte, en frente de mí apareció una luz enorme. Cegado por tal brillo, no se podía distinguir quien o que estaba provocando tal resplandor. Solo se podía escuchar una voz gruesa, extraña y misteriosa proveniente de la luz.

– Hola Eric – Dijo la voz, yo seguía sin comprender algo de lo que sucedía, por lo que no respondí a su saludo. De pronto, comencé a sentir una calidez muy reconfortante que emanaba de la luz.

– ¿Qué eres? – Logre preguntarle, he de admitir que sentía algo de miedo por lo que llegara a responder o a pasarme a continuación. Hubo un silencio por unos instantes, el cual se quebró por mi voz de nuevo, dado que la voz no volvió a contestar. – ¡Responde! – Me reincorpore con autoridad y mas confianza en mi mismo, quería respuestas y estaba seguro que eso las tendría.

– Qué, no, más bien, quién, seria una mejor pregunta – Respondió en un tono muy calmado. – Es una pregunta sin importancia realmente, tú sabes quien soy, aunque no creas en mí. Te he traído aquí, hijo mío, como a todos, con el fin de decirte que ha llegado el momento de tu traslado - Dijo en un tono sutil pero intrigante y antes de que pudiera si quiera responder, agrego. – ¿Deseas empezar sin tus recuerdos o quieres conservarlos? – Esa pregunta me dejo aún más confundido, no tenia ni idea de que estaba pasando o que era realmente lo que quería decir con traslado y la conservación de mis recuerdos, por lo que opté ante todo que quería conservar mis recuerdos. Pero antes de que le preguntase del traslado, me dijo – Casi todos optan por el olvido, pero tu has decidido conservarlos, muy bien, así será – Y sin otra palabra, la luz se desvaneció al instante.

Todo volvió a la oscuridad absoluta, me sentía perdido, flotando en la nada, sin rumbo, sin siquiera saber si seguía vivo o muerto, preguntándome que quiso decir con “traslado” y que pasaría ahora. Estaba muy confundido, muchas preguntas y pocas respuestas; la sensación del tiempo era imposible, quise especular, quizás un año o solo un par de días, quién sabe.

Poco después, se abrió una brecha en la nada, un enorme as de luz apareció, haciéndose cada vez más grande, hasta llenarse todo de luz, me enceguecí por unos instantes. Cuando logré abrir mis ojos, pude divisar dos criaturas, una de las cuales me sostenía en brazos, forzando mi vista, logré distinguir sus rostros, y al hacerlo, me sorprendí de tal manera, que no pude contenerme y solté una enorme llanto, quería gritar, pero se volvió un llanto, ya que note que era un bebe y las criaturas a mi alrededor eran nada mas que dos enormes leones, un macho y una hembra, bajo la sombra de un árbol sin hojas, solo una especie de frutos en forma de peras enormes, tres soles brillantes de color verde manzana y solo un par de nubes en el cielo, el cual, para variar y seguir desafiando la lógica, era de color amarillento.

Continúa Capítulo II “Esa tierra a la que llamé hogar”

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